“Cualquier persona con capacidad de amar y cuidar debe tener derecho a la maternidad»

“Cualquier persona con capacidad de amar y cuidar debe tener derecho a la maternidad»

ENTREVISTA A LA DOCTORA CARMEN SEGURA, DIRECTORA MÉDICA DE LA UNIDAD DE REPRODUCCIÓN HLA MONCLOA

 

La doctora Segura rompe la barrera médico-paciente/ entrevistador-médico desde el minuto uno. El tono suave de su voz, su didactismo en cada respuesta, la necesidad de ejemplificar para hacer comprensibles aspectos de la medicina que no son accesibles a la mayoría nos lleva pronto a un terreno en el que se conjuga el aprendizaje con la experiencia, lo profesional con lo emocional y el valor de lo realizado en sus años de carrera con unas necesarias dosis de autocrítica.

¿Qué satisfacciones profesionales y personales te ha aportado tu especialidad médica, la reproducción humana asistida?

Como satisfacción personal, la sensación de tener una actividad que me permite ayudar a las personas. A mí me marcó mucho la obra “Yerma”, de García Lorca, que me hizo entender que había personas que estaban estigmatizadas, rechazadas, excluidas no por estar enfermas, sino por ser estériles. Pensar que a la mujer solo se la valorara por la capacidad para tener hijos me producía una sensación de injusticia extrema. Poder ayudar a esas personas a conseguir algo tan básico como es reproducirse –una cuestión vital– me genera una gran satisfacción: vital y profesional.

¿Crees que hay cierta actitud mercantilista en algunas clínicas de reproducción asistida?

Siempre existen entidades, que pretenden rentabilizar la necesidad de determinadas personas. Hay clínicas donde tú vas y te atiende un comercial: eso ya lo dice todo. Te intentan vender algo, más que ayudarte. Es cierto que la medicina privada tiene un coste, pero ese coste tendría que ser el mínimo indispensable con el mayor aporte de beneficio. En el momento que hay grupos de capital riesgo que ven en esta actividad una posibilidad de rentabilidad en base a la demanda que existe de este tipo de tratamientos –que la Seguridad Social no puede abarcar en su totalidad– se van a primar unos intereses por encima de otros.

En este sentido, ¿compartes o te crees afirmaciones como “garantizamos el 100% de éxito” en tratamientos de reproducción?

Es cierto que en nuestro país, a día de hoy, con todas las técnicas que existen, el 99% de la pacientes pueden llegar a tener hijos: hay que tener salud, menos de 50 años y útero. El resto de elementos los puede aportar la medicina: también óvulos, espermatozoides e, incluso, embriones en el caso de que no puedas generarlos. El problema es cuando se afirman medias verdades o se pretende confundir. Cuando se dice “garantizamos un 100% de éxito”, la gente cree que se está hablando de ser madre o padre con tus gametos, con tus óvulos o tus espermatozoides, y eso no es exactamente así. Hay personas que pueden tener hijos pero no con sus gametos; y hay que informarles que existe un plan B para lograr un embarazo, pero en otras condiciones. Al final volvemos a la respuesta anterior: no se puede jugar con la necesidad de las personas y no se puede trasladar un coste global al paciente cuando, quizás, no lo necesite o no esté dispuesto a asumir ese plan B.

«Cuando se dice “garantizamos un 100% de éxito”, la gente cree que se está hablando de ser madre o padre con tus óvulos o espermatozoides, y eso no es exactamente así»

 

¿Qué hace a la Unidad de Reproducción Moncloa distinta de otras unidades de reproducción del sector privado?

La Unidad de Reproducción del Hospital HLA Moncloa pertenece a Asisa, que es un grupo médico que tiene la obligación de reinvertir en sus pacientes todos los beneficios que obtiene. Desde ese punto de vista, la filosofía es buscar el mayor rendimiento, ya que al ser pacientes asegurados de Asisa, cualquier incremento en el gasto del paciente por una mala praxis o una complicación genera un incremento en el gasto del grupo hospitalario. Por tanto, en UR-Moncloa no generamos un embarazo en una paciente y luego se la trasladamos al sistema público de salud, sino que el seguimiento se realiza en nuestro hospital. Buscamos la excelencia en cada fase para que todo se desarrolle en las mejores condiciones y con los mejores resultados. Esta forma de proceder genera una rentabilidad recíproca: en el paciente y en el hospital.

¿Cómo valoras, en general, el grado de empatía de los profesionales de la medicina reproductiva con los pacientes? La faceta psicológica, digamos…

No todo el mundo, cuando hace medicina, desarrolla la cualidad de la empatía. De hecho, no a todos los médicos les gusta tener un trato cercano con el paciente. Es cierto que la empatía es algo muy importante, pero quien no la tiene difícilmente la va a generar de forma espontánea. Por eso los profesionales que nos dedicamos a reproducción debemos tener esa capacidad de empatía, porque hay una faceta psicológica en la relación con el paciente que es muy significativa. En una gran mayoría de ocasiones el resultado final de este proceso es muy satisfactorio, pero el camino que hay que recorrer también es muy duro. Por tanto, tienes que estar en todo momento hablando con la paciente y, sobre todo, escuchándola.

En este sentido, ¿crees que las nuevas generaciones de médicos están formados en este aspecto?

La relación del médico con el paciente ha cambiado mucho en estos años. Antes el médico era una especie de semidiós que lo sabía todo y el paciente era un agente sumiso. Ahora eso, afortunadamente, ha cambiado. Ahora, en algunas facultades de medicina te enseñan a gestionar los aspectos emocionales en la relación con el paciente; de hecho hay cursos para los profesionales de la medicina en los que te hacen una especie de perfil psicológico y te dan pautas para que mejores en este sentido.

Hablando de empatía, existen ciertos grupos de presión que no parecen empatizar mucho con vuestra especialidad, que consideran que va contra las leyes naturales…

Hay una premisa básica: el ser humano, mayoritariamente, quiere reproducirse. Esto debería ser un derecho de cualquier persona, ya sea en pareja, o sola. Si la medicina, en todos los ámbitos, permite mejorar determinados aspectos de la vida de las personas, por qué renunciar a ello. Si tienes una enfermedad, ¿lo natural sería dejar que siguiera su curso o intentar curarla? Quien hace esos planteamientos contra la medicina reproductiva debería responder a esa cuestión porque, al final, lo que nosotros hacemos es un tratamiento médico para dar solución a un problema que, en muchas ocasiones, tiene su causa en una enfermedad subyacente que provoca un cuadro de infertilidad.

«Si yo tuviera una hija de veintitantos años, le propondría congelar sus ovocitos»

 

¿Y cuando se pone el foco en parejas de mujeres o parejas homosexuales que acuden a la medicina reproductiva?

Yo lo tengo muy claro: cualquier persona que tenga capacidad de amar y de cuidar tendría que tener derecho a ser padre o madre, independientemente de su orientación sexual.

Tú  apuestas por la necesaria convergencia entre genética y medicina reproductiva. En este sentido, ¿qué herramientas de la genética se están implementando ahora mismo en reproducción asistida? ¿Qué retos presenta la colaboración entre ambas disciplinas?

La genética es una especialidad que está en sus inicios y de la que se espera muchísimo. Hoy tiene sólo capacidad de identificar y excluir, pero no de curar. Por tanto, la aplicación médica es buscar daños genéticos, localizarlos y excluir el elemento que presenta ese daño. Lo que pasa es que ahí se produce un dilema ético porque si tienes una enfermedad incompatible con la vida, si se puede diagnosticar en un embrión, ese embrión podrías excluirlo pero, sin embargo, hay patologías genéticas que determinadas personas tienen y que viven con ellas. Por ejemplo, si una persona tiene ectrodactilia, una patología genética por la que le faltan los dedos de una mano, estamos ante una enfermedad que no es incompatible con la vida, aunque tengas serios condicionantes y limitaciones. La cuestión es: ¿habría que descartar los embriones en los que se identifique esta patología?

A veces la duda también surge respecto al porcentaje de fiabilidad de la técnica utilizada para localizar un embrión con daño genético: ¿Tenemos la seguridad al 100%? Igual que hay embriones que damos por sanos y, luego, están enfermos, también existe la posibilidad de que algunos que descartamos por defecto genético, después estén sanos. Esto puede pasar porque en genética tienes una realidad de origen que se puede manifestar, es decir se “expresa”, o no, en su desarrollo futuro. En todo caso, en este campo se está avanzando hacia la posibilidad de que, una vez detectadas anomalías genéticas, podamos corregirlas: no excluir el embrión, sino corregir, o eliminar, la mutación genética que contiene. Esto resolvería el dilema ético.

La posibilidad de preservar la maternidad mediante la congelación de ovocitos es cada vez más habitual ¿por qué?

Hay una realidad social de la que no se habla mucho y es que una mayoría de personas, hoy en día, no tienen una relación estable hasta que no alcanzan cierta edad. Cada vez existe más gente que acude a nuestra Unidad de Reproducción porque tienen entre 30 y 35 años y, aún, no han encontrado una persona con la que tener hijos. Esto se está produciendo mucho en grandes ciudades. Hay pacientes nuestras que han vivido en ciudades como Nueva York y nos cuentan que hay cantidad de mujeres y hombres que no encuentran pareja, por múltiples razones: profesionales, emocionales, sociológicas, económicas… Sé que esto que voy a decir puede sonar un poco impactante, pero desde una opinión muy sesgada, como la mía, si yo tuviera una hija de veintitantos años, le propondría congelar sus ovocitos. Lo que sería una pena es que por todas esas razones que señalaba anteriormente –algunas muy significativas de los tiempos que vivimos– una mujer que quisiera ser madre optase por una relación que no fuera plenamente satisfactoria porque se ve apremiada por el tiempo y la edad. A todo lo anterior, cabría añadir que nuestra sociedad debería facilitar a las mujeres la posibilidad de tener hijos sin tener que poner en riesgo ni su economía doméstica ni su estabilidad profesional. De todas formas, la posibilidad de que una mujer tenga plena autonomía sobre cómo y cuándo ser madre me parece un avance, igual que sucedió, en su momento, con los anticonceptivos.

Respecto a esto último que señalas, recientemente se ha hablado en los medios de la posibilidad de que exista poca comprensión, en el ámbito laboral, con aquellas mujeres que tienen que faltar a su puesto de trabajo porque están inmersas en un proceso de reproducción asistida.

El problema es que, aún hoy, no poder tener hijos no se considera algo problemático: si los tienes, bien; si no los puedes tener, pues nada… Esto hace que si una mujer falta determinadas horas en su jornada, durante varios días, porque está recibiendo un tratamiento médico para tener hijos, se la prejuzque al no tratarse de una enfermedad. Además, se empieza a ver como un problema porque se considera que un tratamiento de este tipo es la antesala del embarazo y de las consecuencias laborales que este conlleva. Por tanto, hay que fijar algún tipo de normativa legal que ampare laboralmente a las mujeres que están recibiendo un tratamiento de medicina reproductiva.

«Hay que fijar algún tipo de normativa legal que ampare laboralmente a las mujeres que están recibiendo un tratamiento de medicina reproductiva»

 

¿La reproducción asistida, tener dificultades para ser madre o padre, sigue siendo un tabú en nuestra sociedad?

Sin duda. La mayor parte de las personas que tienen un hijo o hija por reproducción asistida no lo cuentan, más allá del entorno familiar más cercano. En el fondo, aunque esta situación se está empezando a normalizar porque cada vez son más los casos de parejas, o mujeres, que tienen hijos gracias a estas técnicas, sigue habiendo una especie de “etiqueta” que sitúa a estas personas en un plano emocional frágil y complejo. Hay miedo a que no se entienda bien el problema, o que se frivolice con él, o, incluso, que se muestre una actitud compasiva que, muchas personas, no desean. Lo que es muy importante para nosotros no tiene por qué serlo para otros y, en consecuencia, optas por no contarlo.

¿Qué postura tienes respecto a la gestación subrogada? ¿Crees que en España, algún día, será legal esta opción?

Seguro que sí. Las únicas mujeres que están excluidas en derechos en nuestro marco legal son aquellas que, por problemas médicos o enfermedades, no tienen útero, porque han nacido sin él o se lo han quitado en una cirugía. Es injusto que esas pacientes no tengan el derecho a ser madres. Respecto a los hombres, también hay muchos de ellos que por su orientación sexual quedan excluidos del derecho a ser padres. ¿Por qué una pareja gay, plenamente responsable y con capacidad de amar no puede ver satisfecho su deseo de ser padres, como cualquier otro hombre, a través de técnicas de reproducción como la gestación subrogada? Desde una perspectiva garantista podría argumentarse que en España la gestación subrogada podría poner en riesgo la vida de la gestante, además de considerar que existirían razones económicas para asumir ese riesgo. Bueno, pues exploremos modelos como el británico, donde una paciente que no tiene útero puede optar por una gestante que sea de su entorno familiar y que, por tanto, no tiene razones económicas para asumir esa responsabilidad: lo hace de manera altruista.

«Exploremos modelos como el británico, donde una paciente que no tiene útero puede optar por una gestante que sea de su entorno familiar»

 

Siendo cierto que la medicina pública, por distintas razones, no puede asumir la demanda de tratamientos de reproducción asistida o aplica criterios restrictivos, la medicina privada es la opción natural. Sin embargo, ¿crees que es económicamente accesible a todas las personas?

A ver, el coste de un tratamiento de reproducción asistida es variable, pero digamos que en condiciones normales, estaríamos hablando de unos 3.000 euros. Si bien no parece una cantidad excesiva –y muchas clínicas, como la nuestra, ofrecen opciones de financiación– es cierto que deberíamos aspirar a que toda persona pueda optar a uno de estos tratamientos sin condicionantes económicos. También habría que ver la política de cada una de las clínicas porque, muchas veces, existen situaciones en las que no es necesario, digamos, el “pack completo” de un tratamiento porque según el cuadro clínico que haya que abordar, se aplicarán unas u otras técnicas y el coste del tratamiento variará. Aquí también entraríamos en el terreno de la ética y, desde luego, en UR-Moncloa no ofertamos “packs”: realizamos tratamientos personalizados y siempre procuramos adaptarnos a las necesidades de nuestros pacientes.

¿Podrías relatarnos algún hito profesional de tu dilatada experiencia como médico?

Te podría relatar miles de hitos: cada niño o niña que ha nacido tras un tratamiento de reproducción en el que he participado, ha sido un hito, un acontecimiento especial. Cada vida que he ayudado a crear ha sido un punto de referencia profesional y emocional. En una ocasión, recientemente, una madre nos dibujó una especie de cuento ilustrado en el que mi equipo y yo aparecíamos como hadas madrinas. Creo que ese rol nos define muy bien: ayudamos, cuidamos, escuchamos y, sobre todo, intentamos conceder un deseo a través de las técnicas que la medicina moderna pone a nuestro alcance.