La imposibilidad de tener descendencia se ha convertido en un problema con graves consecuencias personales provocadas por el estrés y la ansiedad que esta situación genera en las parejas.
El retraso de la edad de la maternidad, los hábitos de vida, agentes ambientales, tabaquismo, sobrepeso o la contaminación, son factores que están detrás de las dificultades para lograr el embarazo. Mejorar el pronóstico reproductivo es el gran reto de la medicina reproductiva, alcanzando cada vez porcentajes más altos de éxito gracias a las avanzadas técnicas y tratamientos que brindan la tecnología y la investigación.
Los especialistas en medicina reproductiva advierten del desconocimiento que existe a nivel general sobre la fertilidad. A pesar de la cantidad de información disponible, en nuestra sociedad todavía persisten creencias erróneas respecto a la fertilidad que pueden dificultar la llegada de un embarazo.
Creencias erróneas que debes corregir. Es completamente falso creer que la fertilidad femenina llega hasta la menopausia y que la masculina no acaba. Uno de los principales dramas es el desconocimiento sobre la reserva ovárica. Tener la regla no es sinónimo de ser fértil. La reserva ovárica de una mujer sana, es decir, el número de óvulos con los que cuenta en su vida reproductiva, comienza a descender de manera notable a partir de los 35 años. Desde ese momento, sus posibilidades de quedarse embarazada caen drásticamente de forma natural debido a la escasez de óvulos viables.
Se calcula que a los 40 años la probabilidad es solo del 5 % en cada ciclo, y que es prácticamente nula a los 45 años. De esta forma, es posible tener la regla hasta que llega la menopausia varios años después, pero no tener hijos de forma natural.
Por su parte, el varón tiene una vida fértil más prolongada, pero lo cierto es que también experimenta un declive con los años, sobre todo a partir de los 50, donde la edad empieza a ser un factor importante.
En fertilidad femenina los 40 NO son los nuevos 30. El ritmo biológico no ha variado del mismo modo que los avances que han hecho posible que gocemos de una vida más larga y más sana que hace décadas.
Este mito relacionado con la juventud ha contribuido a extender la idea errónea de que la búsqueda del embarazo puede prolongarse mucho más que hace décadas, pero no es cierto. El periodo de fertilidad óptimo para la mujer va, aproximadamente, desde los 16 a los 35 años. Así, aunque de los 40 en adelante una mujer goce de una salud estupenda, lleve una vida activa y se encuentre repleta de energía y motivación, lo cierto es que sus posibilidades de quedarse embarazada de forma natural son menores que si lo intenta antes de los 35 años.
Creer que la infertilidad es solo por causa femenina es otra creencia errónea. La infertilidad es cosa de dos, y las investigaciones médicas confirman que el factor masculino está detrás de un 40% de los casos de infertilidad, el mismo porcentaje que para las mujeres. El 20% restante se atribuye a causas mixtas o desconocidas.
Es falso creer que la frecuencia de las relaciones sexuales facilita el embarazo. Las relaciones sexuales diarias incrementan la posibilidad de lograr un embarazo. Sin embargo, una pareja que esté buscando una gestación debe saber el momento más fértil es el período periovulatorio, y controlar la ovulación de la mujer, que es cuando el óvulo maduro sale del ovario y viaja hacia las trompas de Falopio, un proceso que se produce 14 días antes de que baje la regla. Para incrementar la posibilidad de embarazo, lo idóneo es que las relaciones sexuales tengan lugar justo antes o durante la ovulación, ya que los espermatozoides pueden vivir en el interior de la mujer un par de días después del coito. En caso de las mujeres con ciclos regulares, estos plazos son mucho más sencillos de calcular.
Ante el desconocimiento es muy importante saber que se considera que existe un problema de infertilidad cuando no se ha logrado el embarazo después de un año de mantener relaciones sexuales sin protección. Si te encuentras en esta situación debes acudir al especialista y realizar un estudio de fertilidad para determinar el diagnóstico y barajar la solución adecuada.
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