Dentro de los textos que hemos ido presentando, quedó pendiente explicar la segunda fase de los pasos que se desarrollan hasta completar un tratamiento de reproducción asistida mediante fecundación in vitro. En el artículo anterior comentamos el tratamiento seminal previo a la aplicación de la técnica de fecundación así como la recuperación ovocitaria mediante la punción folicular. En este segundo artículo abordaremos otras dos partes del proceso:
Denudación ovocitaria y fecundación
Antes de comenzar describiendo cada una de las partes, debemos analizar otro tipo de circunstancias que, aunque relativamente sencillas, pueden resultar determinantes para el éxito del proceso y que pasan por valorar adecuadamente la capacitación y calidad de la muestra seminal, cantidad y tipo (“aparente” ya que a priori solamente se puede estimar) de ovocitos recuperados y otras relativas al tipo de paciente y su historia, incluso circunstancias individuales.
En este punto nos podemos encontrar con dos supuestos (realizando una simplificación asumible):
- La muestra seminal (sobre todo ésta) y la calidad ovocitaria son susceptibles de dar lugar a una FIV convencional con ciertas garantías (no con “todas las garantías” ya que en este caso solo podemos estimar el desarrollo y estado ovocitario sin poder asegurarlo completamente).
- La muestra seminal es de baja calidad y no tenemos posibilidad de realizar Fecundación In Vitro convencional, con lo que realizaremos una FIV mediante microinyección intracitoplasmática (que solemos llamar “ICSI” por sus iniciales en inglés Intracytoplasmic Sperm Injection).
FIV convencional
Para realizar una FIV convencional únicamente disponemos los ovocitos rescatados de la punción folicular, junto a una proporción determinada de espermatozoides, todo ello dentro de un medio de cultivo y en unas dimensiones relativamente acotadas. Aparece entonces la disputa entre ellos, tal y como ocurre de forma “natural”, solo que en un medio relativamente controlado.
Digamos que, en este caso, simulamos lo que ocurriría de forma tradicional en las trompas, salvo que, como resulta obvio, eso no está ocurriendo en nuestros pacientes (y por eso acuden a nosotros), así que simplemente, facilitamos el trabajo y acortamos distancias.
Dependiendo de la forma de pensar de cada uno, esta técnica puede resultar ventajosa, aunque no está exenta de posibles problemas. De hecho, en algunos casos, podemos encontrar ovocitos no fecundados o también fecundaciones anómalas (diginia, diandria, dispermia), que pueden tener diferentes orígenes no siempre relacionados con la técnica utilizada y, en tales casos, los preembriones obtenidos, lamentablemente, han de ser descartados.
Es importante tener en cuenta el volumen, cantidad y espacio donde van a relacionarse los dos gametos porque de ello también dependerá la cantidad de espermatozoides que haya que añadir para minimizar los riesgos de polispermia (ocurre cuando más de un espermatozoide fecunda el ovocito, reacción que debe ocurrir en el mismo instante). No es despreciable en estos casos la capacidad del ovocito para “cerrar la entrada” a más espermatozoides después de que lo haya hecho uno (mecanismos que se producen a través de una serie de reacciones internas en cascada que no son objeto de este tema).
Microinyección intracitoplasmática (ICSI)
La microinyección intracitoplasmática es una técnica que consiste en asegurar la entrada de un único espermatozoide en el ovocito. Para poderlo conseguir, se requiere una preparación previa del ovocito en un proceso denominado denudación ovocitaria (coloquialmente “pelado”).
El proceso de denudación consiste en liberar al ovocito de todas las capas de células que lo rodean, unidas entre sí y a su parte externa (zona pelúcida). Estas células han formado parte de su desarrollo y unión al folículo e intervienen en el crecimiento y “maduración” (evolución meiótica) del ovocito.
Exponemos a los ovocitos a un medio de hialuronidasa, una enzima que disgrega las uniones celulares y hace que las células se separen entre si despegándose, además, del ovocito. En cualquier caso, esta exposición debe estar controlada ya que puede resultar peligrosa para la integridad ovocitaria. De hecho, la denudación se termina de forma física dentro de un medio adecuado y atemperado siempre a través del uso de utensilios de diferentes calibres, cada vez más pequeños, de forma que su paso a través de las diferentes aberturas, la competencia por pasar y el rozamiento entre ellos, logre retirar hasta las capas celulares más cercanas al ovocito (las células adheridas directamente a su zona pelúcida).
Y aunque parezca un proceso y unos reactivos artificiales (y es que, en cierto modo, lo son), la hialuronidasa no deja de ser una enzima que portan los espermatozoides precisamente para eso, para que llegado el momento puedan ir atravesando todas esas capas de células que rodean en ovocito desagregando las uniones entre ellas a su paso, tanto de forma natural, como en una FIV convencional.
Lo único que aseguraremos con esta técnica, al final, será la visualización completa y fiable de la morfología y estado del ovocito, además de facilitar su sujeción para la operación de microinyección y asegurar la introducción de un solo espermatozoide de la manera más limpia posible.
Llegamos, entonces, a la técnica de microinyección propiamente dicha. Para poder realizarla, los embriólogos preparamos unas placas especiales (soportes para su manipulación y traslados) en las que dispondremos una determinada carga de espermatozoides en un medio especial que permite ralentizarlos y permitir, fácilmente, su visualización y detención. Y, por otro lado, los ovocitos maduros o que han llegado al estadio metafase II de la meiosis (que son los únicos que pueden llegar a ser fecundados), normalmente dispuestos en microgotas independientes e individuales de un medio especial para ellos y que nos permitirá trabajar fuera de los incubadores durante los minutos que dure el proceso.
¿Cómo se realiza la microinyección?
La microinyección se desarrolla en el “microinyector”. Es un equipo básico en el laboratorio de reproducción asistida. Consta básicamente de un microscopio con diferentes objetivos de aumento, que lleva incorporados, una platina calefactora para conservar la temperatura de la placa y con ello la temperatura de los ovocitos, varios micromanipuladores mecánicos a izquierda y derecha, neumáticos, automáticos o no, conectados a los dos cabezales, uno a cada lado que nos permitirán movernos en todas las direcciones del espacio y trasladar nuestros movimientos a espacios muy pequeños de manera muy precisa.
Pues bien, una vez preparado todo con el material individual por paciente (que son dos pipetas, una de sujeción del ovocito y otra en forma de aguja, algo más afilada y estrecha para el espermatozoide) situadas al final de los cabezales, se procede a la inmovilización del espermatozoide.
Selección espermática
De entre todos los que se ven, se escogerá el espermatozoide móvil que más se adecue a los cánones de morfología descritos, y se inmoviliza con la pipeta dando un pequeño “golpecito” en su pieza intermedia (es la zona que lo provee de movilidad). Una vez paralizado se aspira dentro de la pipeta por la parte de la cola, de forma que lo primero en salir sea la cabeza.
Posteriormente, sujetamos el ovocito con la pipeta por aspiración, con el cuerpo polar en una situación determinada (por distintos motivos biológicos) y se procede a introducir el espermatozoide dentro del citoplasma mediante la inyección de éste.
Parece un proceso bastante complicado, y posiblemente lo sea, pero solo dura unos instantes. También puede resultar más agresiva que otras técnicas, pero a veces es la única forma de asegurar que un espermatozoide pueda acceder a un ovocito.
Una vez terminado el proceso, trasladamos los ovocitos a su placa de cultivo y los mantenemos en el incubador correspondiente hasta el momento, en su caso, de comprobar fecundación.
Quizás, todo esto deba tener continuación en una tercera entrega: cultivo embrionario y transferencia.